viernes, 28 de noviembre de 2008

Un Brujo lee al Judío (Centenario de Machado de Assis)




Un Brujo lee al Judío: Machado de Assis y el teatro de Antônio José da Silva
Kenia Maria de Almeida Pereira. ( Doctora en Literatura Brasileña por la UNESP - Campus de São José do Rio Preto-SP-Brasil) En 1998, publicó el libro A poética da resistência em Bento Teixeira e Antônio José da Silva, o Judeu, por la Editora Annablume. Profesora del Programa de Maestría en Teoría Literária –Universidade Federal de Uberlândia-MG-Brasil)


Mucho se ha escrito sobre Machado de Assis. Hasta parece lugar común nuevos artículos sobre el autor de Don Casmurro. Pero, ¿qué más tendríamos para decir sobre Machado en pleno siglo XXI? A fin de cuentas ya contamos con casi medio siglo de estudios sobre la ficción machadiana. Innumerables ensayos, libros y tesis se han elaborado y devorados por otra infinidad de estudiantes, investigadores y curiosos. Entonces, ¿qué resta por comentar? No obstante, todos conocemos la capacidad poco frecuente de los escritores canónicos y su inagotable genialidad para sorprendernos en cada nueva lectura. El Brujo de Cosme Viejo nos seduce y encanta siempre que estamos dispuestos a sumergirnos en sus páginas repletas de ironías y de personajes inolvidables. En fin, un clásico. Para Ítalo Calvino, por ejemplo, un autor clásico es aquel que “nunca terminó de decir aquello que tenía para expresar”. (CALVINO, 1998, p.11). O todavía, “los clásicos son libros que, cuanto más pensamos conocerlos por lo que se oye decir, cuando los leemos de hecho más se nos revelan nuevos, inesperados, inéditos”. (CALVINO, 1988,p.11).
Pero también su obra, por ser consagrada y canónica, es objeto de innumerables lugares comunes y de frases hechas. Hasta quien nunca leyó a Machado, acostumbra a referirse a él como el creador de Capitu: la mujer maliciosa de “ojos oblicuos y disimulados”. Otros recuerdan su famoso cuento El Alienista y las angustias de este personaje frente a la locura y a la salud mental. Muchos consiguen relatar algunos momentos de su biografía, citando la infancia pobre de Machado, el niño vendedor de caramelos, el chiquillo inteligente y autodidacta que acabó por fundar la Academia Brasileña de Letras.
No obstante, lejos de estos lugares comunes, sabemos que la obra machadiana abarca una profusión de temas, una diversidad de cuestionamientos, muchos de ellos poco conocidos y otros todavía parcialmente analizados. Basta recordar que Machado publicó, aproximadamente, ciento cincuenta cuentos, nueve novelas, tres piezas teatrales, centenas de crónicas y ensayos críticos, además de una gran cantidad de cartas dirigidas a distintas personalidades artísticas y políticas. Entre ellas se encuentran Joaquim Nabuco, José Veríssimo, Rui Barbosa, Barão do Rio Branco, entre otros. Una riqueza poética y simbólica que todavía atrae la curiosidad, la dedicación y la mirada crítica de los investigadores.
Entre las temáticas poco analizadas y conocidas por el lector común, hay una especial que intentaremos focalizar en este artículo: la fascinación que el teatro de Antonio José da Silva, el Judío, ejerció sobre algunos textos machadianos.
Mas, a fin de cuentas, ¿quién fue Antônio José y por qué Machado de Assis se interesaría tanto en él? Es más, ¿por qué el escritor de Quincas Borba haría varias referencias al Judío, además de haberlo homenajeado con un bello poema titulado Antônio José?
Para hablar de Antônio José da Silva, el Judío, se hace necesaria una visita al pasado de Brasil y de Portugal. Nace en 1705, en Rio de Janeiro, en el seno de una familia judía. Más tarde, debido al éxito de su teatro, fue conocido como el Judío. Ya a los 8 años de edad, junto a su familia, fue víctima de las prácticas más conocidas de la Inquisición portuguesa: sus padres, abuelos y tíos fueron condenados como herejes judaizantes. Fueron llevados para Lisboa, torturados y condenados a prisión. Cuando logran nuevamente la libertad no pueden salir de Portugal y, así, el niño Antônio José da Silva se queda a residir definitivamente en Europa. Ya adulto, decide seguir la carrera de abogado, la misma de su padre, y al mismo tiempo escribe sus piezas teatrales. Pero, cuando todo parecería estar en paz, el Judío es denunciado como hereje a los 21 años de edad y siente en su propia piel las mismas torturas ya antes sufridas por sus parientes. Antes de recobrar la libertad, firma el término de arrepentimiento, en el cual consta su conciliación con la Iglesia Católica y la promesa de nunca más blasfemar contra el catolicismo: promesa por demás vana, ya que de sus futuros textos teatrales saldrán innúmeras críticas a la Inquisición y a sus instrumentos de tortura. (PEREIRA, 1998, p.67)
Antônio José retoma el ritmo normal de su vida, ejerciendo la abogacía y escribiendo piezas teatrales cómicas, que encantaban al público portugués. El Judío tiene el mérito de ser uno de los primeros teatrólogos en trabajar en el palco de forma profesional con enormes muñecos de corcho: fantoches descoyuntados que ayudaban a producir la risa y enriquecían los escenarios más sencillos. Sus piezas teatrales recuerdan el humor de Gil Vicente y la fina ironía de Molière. El humor y el libertinaje que emanan de sus comedias asaeteaban la corte, sus costumbres provincianas, la medicina incipiente, la justicia desmoralizada y, principalmente, el fanatismo religioso que aterrorizaba y mataba a millares de judíos en nombre de la fe y de la palabra divina.
En total, el judío escribió nueve piezas teatrales. En La vida del gran Don Quijote y del gordo Sancho Panza hay evidente intertextualidad con la obra de Cervantes. Los momentos más hilarantes resultan de críticas dirigidas a los poetas mediocres. Sancho llega a afirmarle al Ingenioso Hidalgo:

Que vuestra merced entre en el Parnaso, no es mucho, porque es loco: por eso yo, siendo un ignorante, también acá esté, es lo que más me admira: y de ahí vengo ahora a concluir que no hay tonto que no entre hoy en el Parnaso. (PEREIRA,1998, p. 67).

Ya en Esopaida o la vida de Esopo, el personaje Esopo, entre una fábula y otra, aprovecha para reír del latín macarrónico y ampuloso de los estudiantes de derecho en Coimbra:
No potest esse; agumentor ita; não haberá barbeiro, que ad namorandam, vê! bichancreandam fregonam non tangat oitavado; atqui que o oitavado é som folgazão; ergo, srmoringuihatur com causa alegre. (TAVARES, 1957, p.169).

En Los encantos de Medea, el albo de la diversión son los dichos populares y ni la propia mitología griega escapa a los equívocos: “Señor Teseo, ¿carnero con piel de oro? ¡Eso debe ser piel del Diablo! ¿Para eso es necesario venir con tantas armas? Ahora quiera Dios, que no vayamos a buscarlas y volvamos trasquilados” (TAVARES, 1957, p.10). Ya en Anfitrión o Júpiter y Almena, muchos de los personajes están preocupados con el tema de la justicia, tan desmoralizada en la tierra de Don Jão VI:

Advierte que tienes buen juicio; porque un juez para ser bueno, ha de ser como un espejo: acero por dentro, para resistir los golpes de las pasiones humanas; y cristal por fuera, para resplandecer con las virtudes; y un juez de esta suerte es un espejo en que la República se revé (TAVARES, 1957, p. 180).

En Variedades de Proteo hay algunos momentos de sátira a los dictados machistas: “Toda mujer que no sea inclinada al matrimonio ha de llevársela el demonio” ( TAVARES, 1957, p. 27).
Chichisbéu: Hola, ¿tenemos otro libro? No hay duda: es libro! Y es de razón que lo vea (…) Vea si encontramos en él alguna cosa, pues dicen que todo se halla en los libros. (Se sienta y comienza a hojear el libro). Abramos y veamos lo que contiene. Libro astrolomágico. ¡UHF! ¡Mágico! ¡Échalo fuera!(TAVARES, 1957, p.27)

En El prodigio de Amarante, pieza escrita en español, el Judío ataca el régimen de celibato de los padres católicos:

D. Antônio: ¿Qué importa el sacerdocio? ¿Qué importa ser abad, si el ocio blando de amor provoca en mí más incendios? (TAVARES, 1957, p. 173).

El Judío escribió además un interesante cuento fantástico titulado Obras del Diablito de la Mano Ahuecada, en la que figuran innumerables referencias a las creencias en pactos demoníacos, además de enfocar “la cacería de brujas”. El Judío no se olvida de los tristes episodios que envuelven torturas de mujeres clasificadas como brujas, que casi siempre acababan quemadas vivas en un tétrico espectáculo público:

Vio Peralta que salieron de San Antonio cuatro beatas con sus toallas largas, rosarios en las manos, las caras torpes, macilentas y flacas, con los ojos pegados en el suelo, sentando plaza de gran devotas al exhibir la modestia que ostentaban (…) pero en verdad no pasaban de brujas que vinieron a entrar por la ventana del aposento donde se encontraba (TAVARES, 1957, p. 281).

En seguida, el Judío todavía tuvo aliento para publicar una comedia en español, marcadamente anticlerical. En un discurso sabroso y carnavalizado, en El Prodigio de Amarante, santos del catolicismo se mezclan con los rituales de la gula y la concupiscencia de los abades, como puede deducirse de este pequeño fragmento de libertinaje del histrión Guarim: “Es una vida tan reglamentada / que, si me dan agua y vino, / bebo el vino y dejo el agua” (TAVARES, 1957, p. 212).
Irónicamente, un autor que solo escribió comedias y deleitó al público con su irreverencia e hilaridad, tuvo un final triste. Antônio José fue cogido nuevamente en las mallas de la Inquisición y, esta vez, no salió de la prisión con vida. Con apenas 34 años de edad, en 1739, en el auge de su carrera artística, muere degollado y quemado en la plaza pública.
Tanto su vida trágica como su obra irreverente sedujeron tanto a Machado, como a otros artistas. El primer poeta que se interesó vivamente por el autor de Guerras de Alecrín fue Gonçalves de Magalhães, el introductor del Romanticismo en Brasil, con la pieza Antonio José o el poeta de la Inquisición, llevada a la escena en Brasil en 1838. Ya en Portugal, la vida atribulada de Antônio José y sus piezas graciosas y críticas inspiraron al historiador y novelista Camilo Castelo Branco, quien escribió, en 1866, dos tomos de novela histórica denominados El Judío. En 1930, conforme nos informa Alberto Dines, dos escritores polacos, Moshe Broderson y Alter Katzizne, en lengua ídisch, también homenajearon el talento y la inteligencia de Antônio José, escenificando piezas que rescataron los momentos finales del Judío muerto en la hoguera del Santo Oficio.(DINES,1992, p.26).
Más recientemente, en 1995, el director Jom Tom Azulay llevó a la pantalla del cine brasileño un bellísimo filme titulado El Judío, en el cual se mezclan historia y ficción de forma equilibrada. Vale la pena ver esta adaptación creativa de Azulay. En el elenco hay artistas consagrados como Dina Sfat, Felipe Pinheiro, José Lewgoy, Fernanda Torres e Edwin Luisi.
El director Azulay intenta ser lo más fiel posible a los hechos más importantes de la vida de Antônio José. En su filme puede ser vista la lucha de Antônio José por recuperar el teatro popular de muñecos, sus piezas divertidas, su prisión, sus amores y sus tormentos. Y, todavía, un Portugal amedrentado por la mano de hierro de la Iglesia, pero que no dispensaba una buena diversión, entre ellas, las carcajadas en el Barrio Alto con los espectáculos del Judío.
No podemos olvidar, además, al genial teatrólogo portugués Bernardo Santareno que, de manera política e innovadora llevó a los palcos de Portugal la pieza El Judío. Considerado como uno de los artistas más importantes del siglo XX, Santareno, en un estilo que recuerda a Brecht, denuncia de forma intencionalmente política la institución que condenó a un artista por poseer una sola arma: un verbo poético y corrosivo. Para Santareno, Antônio José es la metáfora de los poetas mártires que mueren por la palabra.
Volviendo al Brujo de Cosme Viejo, es probable que, entre todos los que homenajearon al Judío, Machado de Assis es el que haya conseguido el prodigio de apenas resumir en seis versos la vida compleja y ambigua de este teatrólogo. Basta que leamos el poema “Antônio José” para darnos cuentas como Machado, ya en los inicios de su creación ficcional, presenta las semillas de aquello que sería la marca registrada de su literatura: revelar la contradicción del alma humana.
Antônio José

“Antônio, la sapiencia de la Escritura
Clama que hay para la humana criatura
Tiempo de reír y tiempo de llorar;
Como hay un sol en el ocaso y otro en la aurora.
Tú, sangre de Efraín y de Issacar,
Pues como ya reíste, llora”.(ASSIS, 1994, p.122)

Además de este poema, Antônio José aparece citado cinco veces más en la Obra completa de Machado de Assis, publicada por la Editora Nova Aguiar en 1994. Los comentarios varían desde un estudio completo y exhaustivo de su dramaturgia, como es el caso de Páginas críticas y conmemorativas, anexadas al final del libro de cuentos Reliquias de casa vieja hasta pequeñas referencias, como las de la crónica 48 perteneciente a la obra Balas de Estalo. (ASSIS, 1994, p.455)
En el primer ejemplo, Machado de Assis llama la atención hacia el hecho de que la vida trágica de Antônio José no es suficiente para que leamos con simpatía las obras de este autor. Las comedias de Antônio José son buenas por ellas mismas, sin necesidad de apelar a su biografía, o, como explica el propio Machado:

La piedad no es de cierto razón determinativa en puntos de crítica, y tal poetastro habrá que sucumbiendo a una gran injusticia social, solamente inspire compasión sin desafiar al análisis. No es el caso de Antônio José; este merecería por sí solo que lo estudiáramos, aun al margen de las ocurrencias trágicas que rodean al nombre.(ASSIS, 1994,p.726)

Es interesante destacar, además, que Machado realiza un análisis que apunta a los posibles diálogos intertextuales mantenidos por El Judío con escritores canónicos, que van desde Cervantes a Camões. Machado indica “las fuentes inspiradoras” en que el escritor de Guerras de Alecrin bebió para crear su arte. Al comentar la pieza Anfitrión o Júpiter y Almena, por ejemplo, Machado llama la atención hacia los siguientes aspectos:

Veamos ahora lo que el Judío imitó de forma diferente de Molière. En la comedia de aquel carácter o de Cornucopia, la mujer de Saramago, que no tiene equivalente en la de Plauto, ni en la de Camões, y solo en la de Mollière existe (…) Ahora bien, la situación y el carácter de Cléanthis los transportó el Judío para su Anfitrión, y no puede decirse que es encuentro fortuito, sino propósito deliberado. Basta cotejarlos con el espíritu advertido; la diferencia es de tono, de estilo; sustancialmente la invención es la misma; las propias ideas se reproducen a veces en la obra del Judío. Así, en la escena en que Mercúrio transformado en Saramago (Sócias) encuentra a la mujer de este, encontramos el trazo común de los dos poetas. (ASSIS, 1994, p.729)

Machado continúa ese estudio crítico cotejando otras piezas de Antônio José y sus posibles antecesores. Analiza, además, Guerras de Alecrin, La vida del gran Don Quijote y del gordo Sancho Panza y concluye su análisis con la siguiente observación, que bien puede resumir casi toda la carrera teatral de Antônio José:

Esta es la última conclusión que rigurosamente se puede sacar del poeta. Él no imitó, no llegó a imitar a Molière, aunque repitiese las transcripciones que hizo en el Anfitrión; tenía originalidad, a pesar de las óperas italianas. Convengamos en que era un ingenio en disciplina y en gusto, mas característico y personal. (ASSIS, 1994, p.733)

De esta forma nos preguntamos, ¿hasta qué punto el Brujo de Cosme Viejo no alimentó parte de su alquimia ficcional deglutiendo elementos de la dramaturgia del Judío? Es bien probable que el teatro de Antônio José haya ofrecido algunos hilos, hilachas de líneas, entre las innúmeras fuentes que componen el tejido de la poética machadiana. Esas sospechas nuestras se tornan todavía mayores cuando es del propio Machado la siguiente observación: “Nuestro Domingos de Magalhães fue diplomático y poeta. No conozco sus notas, pero leí sus versos y me regalé como un niño con Antônio José”.(ASSIS, 1994, p.668).
En lo que atañe a otras referencias al escritor de Guerras de Alecrín, ellas aparecen dos veces más en otras crónicas. Esas referencias son como si fueran citadas de memoria, lo que comprueba, una vez más, el aprecio y el gran conocimiento de la obra del Judío que Machado siempre hizo gala de mostrar:

Pero al día siguiente, que el Diablo también dijo que era de él, veréis a mi pobre Calixto arrimado a alguna puerta o esquina. A la espera de algún suceso que pase, desconsolado como en la ópera de Antônio José: Tan alegres que fuimos, tan tristes que vinimos. (ASSIS, 1994, p.455).

O además, esta cita que se encuentra en las Crónicas Buenos Días: “Al no poder estar abiertas las tiendas de guirnaldas, fue mucho mejor cerrarlas. ‘Es así que a mí me gustan los médicos especulativos’ decía un personaje de Antônio José”.(ASSIS, 1994, p.505).
Así, las pisadas de Antônio José van marcando los textos de Machado de Assis. Aquí y allí se escuchan los ecos del Judío entrelazándose con las voces machadianas.
Rotulado como poeta menor, raramente la poesía del creador de Don Casmurro es estudiada. Lo que es una pena, ya que ella puede revelar otras facetas de Machado, además que, como muy bien apunta Paul Zumthor: “la voz poética es, al mismo tiempo, profecía y memoria (…) proyecta la aventura y eterniza el conocimiento”. (ZUMTHUR, 1993, p. 139).Pero la poesía de Machado todavía está relegada al olvido y al silencio. En verdad, todavía son pocos, muy pocos los estudios sobre la poesía, la crítica y las crónicas machadianas. Sabemos que la mayor concentración de los trabajos se centra en los cuentos y en las novelas. Ahora, momentos sorprendentes e innovadores pueden estar también, justamente, en esa parte de su ficción que es tenida como mediocre.
Estas reflexiones en torno del creador de La mosca azul son una forma de llamar la atención no solo hacia los fragmentos de la ficción de este autor que son desconsiderados por la crítica en general. Es también espacio para recordar las temáticas tratadas por Machado que desconocen muchos lectores y críticos. Una de ellas es, exactamente, el tema del judaísmo. La profesora Anita Novinsky es, probablemente, una de las primeras estudiosas en interesarse por esta cuestión. En su libro, La mirada judaica en Machado de Assis Novinsky analiza el poema “La Cristiana Nueva”, llamando la atención hacia el hecho de que la temática de la Inquisición y del pueblo hebreo siempre interesó al autor de Isaías y Jacob. Lector apasionado de la Biblia, principalmente del Antiguo Testamento y del Eclesiastés, Machado dejó, en prosa y en verso, trabajos que reflejan esas lecturas. Entre ellos tenemos: Vivir, El Diluvio, Antônio José, Cristiana Nueva, Espinosa, Ashaverus, etc.
En una de esas descripciones ficcionales, Machado rinde homenaje y demuestra su preocupación por las innúmeras persecuciones sufridas por el pueblo judío. Homenajes y denuncias se dan la mano en los textos del autor de Come Viejo. Es por eso que siempre leemos con alguna emoción el poema en memoria del pensador espinosa. Filósofo “marcado por el conflicto de sus orígenes”, como muy bien elucidó Marilena Chauí, Espinosa fue excomulgado en las iglesias por ser judío y hostilizado en las sinagogas por ser ateo. Perseguido e injuriado, vivió aislado algunos momentos de su vida, puliendo lentes para no morir de hambre, pero siempre meditando y escribiendo incansablemente contra las injusticias humanas. Machado, con seguridad, absorbió esta herencia intelectual dejada por el creador de la Ética: un pensador siempre dispuesto a rechazar toda y cualquier forma de superstición, sea ella religiosa, política o filosófica. Dejo el poema registrado aquí para que los lectores saquen sus propias conclusiones:

Espinosa

“Me gusta verte grave y solitario,
Bajo el humo de escuálida candela,
En las manos la herramienta del obrero,
Y en la cabeza la coruscante idea.

Y mientras el pensamiento delinea
Una filosofía, el pan diario
En tu mano busca el trabajo
Y hallas en la independencia tu salario.

Suenen acá afuera agitaciones y luchas,
Silbe el viento áspero del invierno,
Tú trabajas, tú piensas, y ejecutas

Sobrio, tranquilo, desvelado y tierno
La ley común, y mueres, y trasmutas
El sudado trabajo del premio eterno”. (ASSIS, 1994,p.163)

Para Anita Novinsky, Machado, al contrario de lo que muchos piensan, presenta intensa sensibilidad política por los acontecimientos sociales de su tiempo, ya que:

(…) la generación de Machado, o las próximas a él, tenían tal vez más conciencia de los efectos de la Inquisición que nosotros, brasileños del siglo XX. No hay dudas de que Machado de Assis sentía la cuestión judaica y miraba con profunda simpatía para el curso de los judíos a través de la historia. ( NOVINSKY, 1990,p.7)

Es interesante también recordar a Arnaldo Niskier, quien apunta el hecho de que Machado, al escribir poemas en homenaje a los cristianos nuevos oprimidos, probablemente se estaría dejando influenciar “por su condición de mulato, solidario con el dolor de la persecución de los judíos”. ( NISKIER, 1990, p.2)
Ahora, esa inmensa simpatía de Machado por los judíos está más que confirmada en lo varios rescates que realiza de la vida y la obra de Antônio José da Silva. De esta forma, es probable que la imagen del Judío represente, en la obra de Machado, la metáfora del oprimido, del marginal. Del que es objeto de las injusticias, y que él mismo llama vidas humanas marcadas por el carácter de la tragedia.


Bibliografia

ASSIS, Machado de. Obra completa. Afrânio Coutinho. (org). Rio de Janeiro: Nova Aguilar, 1994.
CALVINO, Ítalo. Por que ler os clássicos. São Paulo: Companhia das Letras, 1998.
DINES, Alberto. Vínculos do fogo. São Paulo: Companhia das Letras, 1992.
NISKIER, Arnaldo. “Machado, Anita e os judeus”. In: O olhar judaico em Machado de Assis. Rio de Janeiro: Expressão e Cultura, 1990, p. 2.
NOVINSKY, Anita. O olhar judaico em Machado de Assis. Rio de Janeiro: Expressão e Cultura, 1990.
PEREIRA, Kenia Maria de Almeida. A poética da resistência em Bento Teixeira e Antônio José da Silva, o Judeo, São Paulo: Annablume, 1998.
TAVARES, José Pereira (org.) Obras completas de Antônio José da Silva, o Judeu. Lisboa: Sá da Costa, 1957.
ZUMTHOR, Paul. A letra e a voz. São Paulo: Companhia das Letras, 1993.

jueves, 19 de junio de 2008

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