martes, 19 de mayo de 2009

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Don Quijote en Brasil: de la mitología a las historietas


Kenia Maria de Almeida Pereira


En 1605, Don Miguel de Cervantes y Saavedra (1547 – 1616) publicó la que sería considerada, cuatrocientos años después, por los críticos de todo el mundo como la mejor obra literaria creada por un artista de la palabra. En el 2003, en Noruega, un grupo de estudiosos de la literatura eligió a El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha como obra narrativa de calidad superior y de alto valor estético y filosófico. Cuando leemos D. Quijote, pronto notamos que tal obra es un tejido bien urdido, traspasada por la metáfora de la condición humana, hilvanada por un sesgo dialéctico, y en la cual se mezclan los disparates, devaneos y locuras del dionisíaco Quijote con la razón, el pragmatismo y el equilibrio del apolíneo y fiel escudero, Sancho Panza.
La historia de las peripecias de Don Quijote fue inicialmente concebida y emborronada cuando Cervantes se encontraba en la cárcel, preso como soldado de guerra, en el período de 1575 a 1580 lejos, por tanto, de su tierra natal, en poder de los argelinos. Fue allí, “viendo el sol nacer cuadrado”, con nostalgia de su soleada España, que Miguel de Cervantes imaginó las aventuras y desventuras de aquel que sería considerado el más jocoso y trágico de los caballeros andantes.
Imagine el lector, un señor solitario, alrededor de los cincuenta años de edad, muy culto, ávido por leer novelas de caballería, que llega al colmo de vender partes de su hacienda para comprar obras literarias: - un tipo medio raro-, dirían los jóvenes de hoy. Es más, este sujeto pasa las horas recogido en su biblioteca. Solterón, se contenta con vivir solo con su sobrina y una vieja, su ama de llaves. Pues bien, ese señor de nombre Alonso Quijada, caviló cierta vez que él mismo iría a poner nuevamente en práctica las peripecias, ya fuera de moda, de los caballeros andantes. Así, encarnando un caballero medieval, el señor Quijada, cambió su nombre por el de Don Quijote y confundiendo la realidad con la fantasía, métese dentro de las armaduras herrumbrientas de su bisabuelo, toma su seco caballo Rocinante y, escondido de la familia y de los amigos, parte por el mundo con la intención de luchar por los oprimidos, predicar la justicia, amparar a las viudas, proteger a las vírgenes, glorificar el cristianismo. Todo eso en nombre de su amada imaginaria y ficticia Dulcinea del Toboso.
Son, además, famosas las tres frases iniciales con que Cervantes comienza a describir este excéntrico personaje: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía no hace mucho tiempo un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga al brazo, rocín flaco y galgo corredor…” (CERVANTES, 1980, p.22).
Ya en las aventuras de la primera salida al campo de este hidalgo se mezclan los equívocos y las sandeces. Casi siempre termina cometiendo errores. “Fiascos” y “fracasos” son las especialidades de ese luchador desarreglado. El Quijote se encuentra en el camino con algunas prostitutas, pero ve en ellas a las más puras doncellas. El dueño de una pobre venta es tomado por un castellano. Más adelante, prohíbe que un hacendado castigue a su criado, apelando a la dignidad y al respeto que se le debe a los seres humanos; pero, así que el Quijote se aparta, el siervo es castigado doblemente. Quijote también exige que los caballeros aclamen la belleza de Dulcinea, aún cuando nuestro héroe es derrumbado de su caballo y azotado con violencia. Regresa magullado y desarrapado para la casa, pero no desanimado.
De vuelta al hogar, ante la furia de los parientes y amigos que queman su biblioteca, porque ven en la exageración de las lecturas el virus de la insensatez, D. Quijote no se desanima e inventa otra salida. No obstante, esas aventuras solo van a estar completas si nuestro honrado caballero se hiciera acompañar por un escudero fiel y confiable, en este caso, su amigo y vecino, un labrador gordo y risueño llamado Sancho Panza.
Las contradicciones entre estas dos figuras pronto se convertirían en una risible caricatura que, siglos después, inspirarían a Hollywood la producción de El Gordo y el Flaco. El personaje Sancho es práctico. Él solo parte hacia las aventuras creyendo que su amo cumplirá la promesa de hacerlo gobernador de una isla. Analfabeto, gotón y rústico, Sancho representa el lado hábil y objetivo de la existencia. El Quijote, intelectualmente refinado, idealista y soñador, actúa sólo en nombre de la virtud y de la justicia, sin querer otra recompensa que la aprobación de la dulce e imaginada Dulcinea del Toboso, una moza labradora convertida en princesa por el arte de su fantasía. Don Quijote representa la esperanza. Aparentemente contradictorios, ambos son objeto de sus deseos, y nosotros deseamos con ellos. Uno quiere las glorias del poder, quiere ser gobernador. Otro quiere ser gobernado por los deleites del amor.
De esa forma, El Quijote sería aquella narración cuyo héroe inaugura, en las palabras de Arnold Hauser (2000), una postura ambivalente y barroca en la literatura occidental. Para este autor (2000, p. 417), “antes de Cervantes, (había) solamente personajes buenos y malos, salvadores y traidores, santos y blasfemos; con él, el héroe es santo y loco en una sola y misma persona”.
Sumido en sus ambigüedades, nuestro santo y loco Quijote parte por el mundo con su compañero, indiferente al asombro y a la reprobación del ama, la sobrina, los amigos y del cura de su aldea. Solo con la lectura íntegra de la obra es que podemos comprobar lo trágico-lírico de las confusiones y hechos erróneos vividos por los dos personajes. No se puede olvidar, tampoco, como apunta el estudioso Ian Watt (1977, p. 72), que “D. Quijote se asemeja a varias historias míticas, como las de Fausto, Don Juan y Robinson Crusoe: el protagonista sigue un curso de acción, llevando en la cabeza la más simple de las ideas, que antes de ser efectuada podrá, no obstante, llevarlo a un número infinito de aventuras”. Después de muchas andanzas, ya enfermo y cansado, Quijote se ve obligado a volver a casa. Así, “preso en la dura realidad de la vida cotidiana, privado de su ideal de aventuras, D. Quijote enferma y muere” (D’ONOFRIO, 1990, p.276).
La diversidad y la riqueza estética de esta obra no residen solo en la acción de los alocados personajes. A propósito, es el estudioso Mario Amora Ramos, quien llama la atención hacia el hecho de que de la boca del pragmático y del hombre despueblo, Sancho Panza, salen en profusión los más graciosos refranes: cada uno con lo suyo, grano a grano la gallina llena el buche, mas vale pájaro en mano que cientos volando, a caballo regalado no se le mira el colmillo, por el dedo se conoce al gigante; muera Marta, muera harta, etc. (RAMOS, 2005).
Podemos observar, todavía, la cantidad de referencias bíblicas que salen tanto de la boca de Sancho como de la del Quijote: comerás el pan con el sudor de tu frente; el que ve un arquero en los ojos del otro, no los ve en los suyos; para Dios nada es imposible; da de beber a quien tenga sed, y de comer a quien tenga hambre; entre otros (RAMOS, 2005).
Si bien encontramos referencias judaico-cristianas en El Quijote, también la narración está llena de dioses de la mitología griega, que pueblan tanto la imaginación de Sancho como la del Quijote. Los héroes trágicos griegos, presentes en las peripecias de la obra, establecen relaciones con los sueños frustrados, los desamores y el final poco glorioso del Caballero de la Triste Figura.
La mitología griega aparece aquí como alegoría del drama humano. Ejemplos no faltan de personajes mitológicos que desfilan por ese relato de Cervantes: Acteón, Aquiles, Faetón, Orfeo, Sísifo, Tántalo. Ellos establecen una especie de diálogo intertextual con la figura del estrafalario Quijote (RAMOS, 2005).
La historia trágica de Acteón, por ejemplo, devorado por sus propios canes, en castigo por haber expiado la desnudez de la diosa Artemisa, nos remite al episodio en que Quijote, curioso por contemplar la belleza de aquella que él juzga ser Dulcinea del Toboso, queda decepcionado con la imagen fea y grotesca de la campesina ruda. Desesperado, cree que la dulce amada fue encantada por maleficios de magos. La metamorfosis de Acteón convertido en ciervo y devorado por sus propios perros se aproxima al dolor y los delirios del Quijote que se cree víctima de encantamientos.
¿Y qué decir de Aquiles? Homero nos da noticias sobre este personaje en su poema épico Ilíada. Según la leyenda era invulnerable. Gozaba de fuerza, inteligencia y juventud. Sumergido por su madre cuando era niño en la fuente de la inmortalidad, el agua, por eso, no mojó su calcañar. Flechado en la guerra justamente en este punto vulnerable, Aquiles muere en Troya en el auge de la juventud y del vigor. Si el Quijote muere viejo y fracasado, su calcañar de Aquiles es terminar con las aventuras. Impedido de salir mundo afuera, de poner en práctica los ideales de la caballería andante, Quijote muere melancólico y desilusionado. Sin proyectos, sin aventuras, sin objetivos, nuestro héroe trágico es tocado en su vulnerabilidad.
Ya el personaje griego Faetón tiene su tragedia anunciada por el propio padre, quien le prohibió conducir el carro del Sol. Según la legenda, Faetón era hijo de Helio, el Sol. Cierto día Faetón burla a su padre y sale a guiar sin control el carro del Sol. Inmaduro para aventura tan riesgosa, se precipita en el abismo y muere fulminado en el río Erídano. Quijote juega con aventuras desmedidas y también se tira en el precipicio. Basta recordar, aquí, la espantosa escena en que el Quijote y Sancho se enfrentan a los carreteros que llevan leones feroces para el rey de Oran. Quijote se sitúa frente a la jaula de los peligrosos animales y desafía a los carreteros, exigiendo sin miedo, que les abra lan puerta y que dejen salir a los animales. Quijote, ansioso, creía que luchar con tales fieras bravas dignificaría todavía más su emprendimiento aventurero, lo que consecuentemente, daría más glorias al nombre de su amada Dulcinea. Por suerte, todo termina bien. Los leones, aburridos, prefieren el confort de la jaula a palear con un orate. En su desvarío, Quijote piensa que los leones son cobardes y resuelve cambiar su título de Caballero de la Triste Figura por el de Caballero de los Leones. Descontrolado y rebelde como Faetón, Quijote maneja su impávida espada sin arcar con las consecuencias de sus actos.
¿Y qué decir del mito de Sísifo? Sísifo es el héroe señalado para cargar eternamente una roca hasta lo alto de un peñasco y, después, verla rodar nuevamente en el precipicio y nuevamente ir a buscarla, para después volver a verla caer por el desfiladero y así, eternamente, Sísifo lleva la piedra y de nuevo ella cae y de nuevo él retorna con ella hasta lo alto del peñasco. Sísifo fue condenado por los dioses a esta actividad inútil y absurda, metáfora de la propia vida humana y de sus infinitos deseos y obligaciones, diría Camus en El Mito de Sísifo.
Don Quijote sale una y otra vez en busca de aventuras. Es un eterno hacer y rehacer los actos, una absurda inutilidad de las acciones. Es la voluntad de cambiar el mundo, de defender la justicia, de predicar la paz entre los hombres. Solamente un idealista, un soñador, se propone tal trayectoria poco gloriosa. Así, estamos delante de un clásico, de una obra que no va a morir nunca; una historia bien elaborada que, a lo largo del tiempo, viene suscitando innúmeros diálogos intertextuales.
Antonio José da Silva, El Judío, por ejemplo, en 1734, escribió la pieza La vida del gran Don Quijote de la Mancha y del gordo Sancho Panza. Esta comedia es una versión bufa y musical de las disparatadas fanfarronerías de D. Quijote y Sancho. Jorge Luis Borges escribió el famoso cuento Pierre Menar, autor del Quijote, cuyo tema central es la cuestión de la autoría y del plagio en literatura. Lima Barreto retoma el asunto del idealismo político y de la misión social con el más brasileño de los quijotes, en su Triste fin de Policarmo Cuaresma. José Lins do Rego rinde homenaje a las fanfarronerías y desengaños de Alonso Quijano en la figura del capitán Victorino, en la obra Fuego Muerto. En la poesía, Carlos Drummond de Andrade cantó las locuras y peligros enfrentadas por el famoso dúo, como por ejemplo, la antológica escena en que Quijote lucha con los molinos de viento, en un bello poema titulado Quijote y Sancho, de Portinari.
Ya para los más pequeños, Montero Lobato elaboró el delicioso Don Quijote de los niños. El libro fue publicado por la Brasiliense; en él la muchachada se encanta cuando Doña Benta le narra a los nietos y a Emilia, en una forma didáctica y placentera, las intrigas y enredos de los personajes cervantinos. El que gusta de historietas, se encanta con los trazos humorísticos del dibujante Caco Galhardo, quien, con mucha ironía adaptó las grandes batallas del hidalgo soñador, con el apoyo de la Fundación Peirópolis. Quien se interesa por la narrativa de cordel, puede adquirir enseguida El Quijote en cordel de J. Borges y Jô Oliveira (LGE). En esa narración, con pitazos nordestitos y mucho libertinaje, tanto el autor como el dibujante, cuentan a través de las estrofas y los xilograbados las barahúndas de nuestro héroe. En el contexto de las conmemoraciones de los cuatrocientos años de la publicación del Quijote llegaron a las librerías algunas excelentes traducciones, como la de Sergio Molina, lanzada por la Editora 34, en impresión bilingüe. Hay además una adaptación condensada del traductor Mario Amora Ramos, presentada por la Editora Novo Século. Ramos analiza, de forma primorosa, tanto la estructura como el contenido de esa obra genial. Así, ante esas varias adaptaciones tenemos Quijote al derecho y al revés, o si se prefiere mejor, Quijote para bebés y para caducos, o para todo animal de oreja.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CAMUS, Albert. O mito de Sísifo. São Paulo: Record, 2004.
CERVANTES, Miguel de. O engenhoso Fidalgo Dom Quixote de la Mancha. Lisboa: Europa-América, 1980.
D´ONOFRIO, Salvatore. Literatura Ocidental. São Paulo: Ática, 1990.
GRIMAL, Pierre. Dicionário de mitologia. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, 1999.
RAMOS, Mário Amora. Dom Quixote: Quatro séculos de Modernidade. São Paulo: Novo Século, 2005.
HAUSER, Arnold. História social da arte e da literatura. São Paulo: Martins Fontes, 2000.
SPALDING, Orpheu Tassilo. Dicionário de mitologia greco-latina. Belo Horizonte: Itatiaia, 1965.
VIEIRA, Maria Augusta da Costa. O dito pelo não-dito. São Paulo: EDUSP/FAPESP, 1998.
WATT, Ian. Mitos do individualismo moderno. Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 1997.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Un Brujo lee al Judío (Centenario de Machado de Assis)




Un Brujo lee al Judío: Machado de Assis y el teatro de Antônio José da Silva
Kenia Maria de Almeida Pereira. ( Doctora en Literatura Brasileña por la UNESP - Campus de São José do Rio Preto-SP-Brasil) En 1998, publicó el libro A poética da resistência em Bento Teixeira e Antônio José da Silva, o Judeu, por la Editora Annablume. Profesora del Programa de Maestría en Teoría Literária –Universidade Federal de Uberlândia-MG-Brasil)


Mucho se ha escrito sobre Machado de Assis. Hasta parece lugar común nuevos artículos sobre el autor de Don Casmurro. Pero, ¿qué más tendríamos para decir sobre Machado en pleno siglo XXI? A fin de cuentas ya contamos con casi medio siglo de estudios sobre la ficción machadiana. Innumerables ensayos, libros y tesis se han elaborado y devorados por otra infinidad de estudiantes, investigadores y curiosos. Entonces, ¿qué resta por comentar? No obstante, todos conocemos la capacidad poco frecuente de los escritores canónicos y su inagotable genialidad para sorprendernos en cada nueva lectura. El Brujo de Cosme Viejo nos seduce y encanta siempre que estamos dispuestos a sumergirnos en sus páginas repletas de ironías y de personajes inolvidables. En fin, un clásico. Para Ítalo Calvino, por ejemplo, un autor clásico es aquel que “nunca terminó de decir aquello que tenía para expresar”. (CALVINO, 1998, p.11). O todavía, “los clásicos son libros que, cuanto más pensamos conocerlos por lo que se oye decir, cuando los leemos de hecho más se nos revelan nuevos, inesperados, inéditos”. (CALVINO, 1988,p.11).
Pero también su obra, por ser consagrada y canónica, es objeto de innumerables lugares comunes y de frases hechas. Hasta quien nunca leyó a Machado, acostumbra a referirse a él como el creador de Capitu: la mujer maliciosa de “ojos oblicuos y disimulados”. Otros recuerdan su famoso cuento El Alienista y las angustias de este personaje frente a la locura y a la salud mental. Muchos consiguen relatar algunos momentos de su biografía, citando la infancia pobre de Machado, el niño vendedor de caramelos, el chiquillo inteligente y autodidacta que acabó por fundar la Academia Brasileña de Letras.
No obstante, lejos de estos lugares comunes, sabemos que la obra machadiana abarca una profusión de temas, una diversidad de cuestionamientos, muchos de ellos poco conocidos y otros todavía parcialmente analizados. Basta recordar que Machado publicó, aproximadamente, ciento cincuenta cuentos, nueve novelas, tres piezas teatrales, centenas de crónicas y ensayos críticos, además de una gran cantidad de cartas dirigidas a distintas personalidades artísticas y políticas. Entre ellas se encuentran Joaquim Nabuco, José Veríssimo, Rui Barbosa, Barão do Rio Branco, entre otros. Una riqueza poética y simbólica que todavía atrae la curiosidad, la dedicación y la mirada crítica de los investigadores.
Entre las temáticas poco analizadas y conocidas por el lector común, hay una especial que intentaremos focalizar en este artículo: la fascinación que el teatro de Antonio José da Silva, el Judío, ejerció sobre algunos textos machadianos.
Mas, a fin de cuentas, ¿quién fue Antônio José y por qué Machado de Assis se interesaría tanto en él? Es más, ¿por qué el escritor de Quincas Borba haría varias referencias al Judío, además de haberlo homenajeado con un bello poema titulado Antônio José?
Para hablar de Antônio José da Silva, el Judío, se hace necesaria una visita al pasado de Brasil y de Portugal. Nace en 1705, en Rio de Janeiro, en el seno de una familia judía. Más tarde, debido al éxito de su teatro, fue conocido como el Judío. Ya a los 8 años de edad, junto a su familia, fue víctima de las prácticas más conocidas de la Inquisición portuguesa: sus padres, abuelos y tíos fueron condenados como herejes judaizantes. Fueron llevados para Lisboa, torturados y condenados a prisión. Cuando logran nuevamente la libertad no pueden salir de Portugal y, así, el niño Antônio José da Silva se queda a residir definitivamente en Europa. Ya adulto, decide seguir la carrera de abogado, la misma de su padre, y al mismo tiempo escribe sus piezas teatrales. Pero, cuando todo parecería estar en paz, el Judío es denunciado como hereje a los 21 años de edad y siente en su propia piel las mismas torturas ya antes sufridas por sus parientes. Antes de recobrar la libertad, firma el término de arrepentimiento, en el cual consta su conciliación con la Iglesia Católica y la promesa de nunca más blasfemar contra el catolicismo: promesa por demás vana, ya que de sus futuros textos teatrales saldrán innúmeras críticas a la Inquisición y a sus instrumentos de tortura. (PEREIRA, 1998, p.67)
Antônio José retoma el ritmo normal de su vida, ejerciendo la abogacía y escribiendo piezas teatrales cómicas, que encantaban al público portugués. El Judío tiene el mérito de ser uno de los primeros teatrólogos en trabajar en el palco de forma profesional con enormes muñecos de corcho: fantoches descoyuntados que ayudaban a producir la risa y enriquecían los escenarios más sencillos. Sus piezas teatrales recuerdan el humor de Gil Vicente y la fina ironía de Molière. El humor y el libertinaje que emanan de sus comedias asaeteaban la corte, sus costumbres provincianas, la medicina incipiente, la justicia desmoralizada y, principalmente, el fanatismo religioso que aterrorizaba y mataba a millares de judíos en nombre de la fe y de la palabra divina.
En total, el judío escribió nueve piezas teatrales. En La vida del gran Don Quijote y del gordo Sancho Panza hay evidente intertextualidad con la obra de Cervantes. Los momentos más hilarantes resultan de críticas dirigidas a los poetas mediocres. Sancho llega a afirmarle al Ingenioso Hidalgo:

Que vuestra merced entre en el Parnaso, no es mucho, porque es loco: por eso yo, siendo un ignorante, también acá esté, es lo que más me admira: y de ahí vengo ahora a concluir que no hay tonto que no entre hoy en el Parnaso. (PEREIRA,1998, p. 67).

Ya en Esopaida o la vida de Esopo, el personaje Esopo, entre una fábula y otra, aprovecha para reír del latín macarrónico y ampuloso de los estudiantes de derecho en Coimbra:
No potest esse; agumentor ita; não haberá barbeiro, que ad namorandam, vê! bichancreandam fregonam non tangat oitavado; atqui que o oitavado é som folgazão; ergo, srmoringuihatur com causa alegre. (TAVARES, 1957, p.169).

En Los encantos de Medea, el albo de la diversión son los dichos populares y ni la propia mitología griega escapa a los equívocos: “Señor Teseo, ¿carnero con piel de oro? ¡Eso debe ser piel del Diablo! ¿Para eso es necesario venir con tantas armas? Ahora quiera Dios, que no vayamos a buscarlas y volvamos trasquilados” (TAVARES, 1957, p.10). Ya en Anfitrión o Júpiter y Almena, muchos de los personajes están preocupados con el tema de la justicia, tan desmoralizada en la tierra de Don Jão VI:

Advierte que tienes buen juicio; porque un juez para ser bueno, ha de ser como un espejo: acero por dentro, para resistir los golpes de las pasiones humanas; y cristal por fuera, para resplandecer con las virtudes; y un juez de esta suerte es un espejo en que la República se revé (TAVARES, 1957, p. 180).

En Variedades de Proteo hay algunos momentos de sátira a los dictados machistas: “Toda mujer que no sea inclinada al matrimonio ha de llevársela el demonio” ( TAVARES, 1957, p. 27).
Chichisbéu: Hola, ¿tenemos otro libro? No hay duda: es libro! Y es de razón que lo vea (…) Vea si encontramos en él alguna cosa, pues dicen que todo se halla en los libros. (Se sienta y comienza a hojear el libro). Abramos y veamos lo que contiene. Libro astrolomágico. ¡UHF! ¡Mágico! ¡Échalo fuera!(TAVARES, 1957, p.27)

En El prodigio de Amarante, pieza escrita en español, el Judío ataca el régimen de celibato de los padres católicos:

D. Antônio: ¿Qué importa el sacerdocio? ¿Qué importa ser abad, si el ocio blando de amor provoca en mí más incendios? (TAVARES, 1957, p. 173).

El Judío escribió además un interesante cuento fantástico titulado Obras del Diablito de la Mano Ahuecada, en la que figuran innumerables referencias a las creencias en pactos demoníacos, además de enfocar “la cacería de brujas”. El Judío no se olvida de los tristes episodios que envuelven torturas de mujeres clasificadas como brujas, que casi siempre acababan quemadas vivas en un tétrico espectáculo público:

Vio Peralta que salieron de San Antonio cuatro beatas con sus toallas largas, rosarios en las manos, las caras torpes, macilentas y flacas, con los ojos pegados en el suelo, sentando plaza de gran devotas al exhibir la modestia que ostentaban (…) pero en verdad no pasaban de brujas que vinieron a entrar por la ventana del aposento donde se encontraba (TAVARES, 1957, p. 281).

En seguida, el Judío todavía tuvo aliento para publicar una comedia en español, marcadamente anticlerical. En un discurso sabroso y carnavalizado, en El Prodigio de Amarante, santos del catolicismo se mezclan con los rituales de la gula y la concupiscencia de los abades, como puede deducirse de este pequeño fragmento de libertinaje del histrión Guarim: “Es una vida tan reglamentada / que, si me dan agua y vino, / bebo el vino y dejo el agua” (TAVARES, 1957, p. 212).
Irónicamente, un autor que solo escribió comedias y deleitó al público con su irreverencia e hilaridad, tuvo un final triste. Antônio José fue cogido nuevamente en las mallas de la Inquisición y, esta vez, no salió de la prisión con vida. Con apenas 34 años de edad, en 1739, en el auge de su carrera artística, muere degollado y quemado en la plaza pública.
Tanto su vida trágica como su obra irreverente sedujeron tanto a Machado, como a otros artistas. El primer poeta que se interesó vivamente por el autor de Guerras de Alecrín fue Gonçalves de Magalhães, el introductor del Romanticismo en Brasil, con la pieza Antonio José o el poeta de la Inquisición, llevada a la escena en Brasil en 1838. Ya en Portugal, la vida atribulada de Antônio José y sus piezas graciosas y críticas inspiraron al historiador y novelista Camilo Castelo Branco, quien escribió, en 1866, dos tomos de novela histórica denominados El Judío. En 1930, conforme nos informa Alberto Dines, dos escritores polacos, Moshe Broderson y Alter Katzizne, en lengua ídisch, también homenajearon el talento y la inteligencia de Antônio José, escenificando piezas que rescataron los momentos finales del Judío muerto en la hoguera del Santo Oficio.(DINES,1992, p.26).
Más recientemente, en 1995, el director Jom Tom Azulay llevó a la pantalla del cine brasileño un bellísimo filme titulado El Judío, en el cual se mezclan historia y ficción de forma equilibrada. Vale la pena ver esta adaptación creativa de Azulay. En el elenco hay artistas consagrados como Dina Sfat, Felipe Pinheiro, José Lewgoy, Fernanda Torres e Edwin Luisi.
El director Azulay intenta ser lo más fiel posible a los hechos más importantes de la vida de Antônio José. En su filme puede ser vista la lucha de Antônio José por recuperar el teatro popular de muñecos, sus piezas divertidas, su prisión, sus amores y sus tormentos. Y, todavía, un Portugal amedrentado por la mano de hierro de la Iglesia, pero que no dispensaba una buena diversión, entre ellas, las carcajadas en el Barrio Alto con los espectáculos del Judío.
No podemos olvidar, además, al genial teatrólogo portugués Bernardo Santareno que, de manera política e innovadora llevó a los palcos de Portugal la pieza El Judío. Considerado como uno de los artistas más importantes del siglo XX, Santareno, en un estilo que recuerda a Brecht, denuncia de forma intencionalmente política la institución que condenó a un artista por poseer una sola arma: un verbo poético y corrosivo. Para Santareno, Antônio José es la metáfora de los poetas mártires que mueren por la palabra.
Volviendo al Brujo de Cosme Viejo, es probable que, entre todos los que homenajearon al Judío, Machado de Assis es el que haya conseguido el prodigio de apenas resumir en seis versos la vida compleja y ambigua de este teatrólogo. Basta que leamos el poema “Antônio José” para darnos cuentas como Machado, ya en los inicios de su creación ficcional, presenta las semillas de aquello que sería la marca registrada de su literatura: revelar la contradicción del alma humana.
Antônio José

“Antônio, la sapiencia de la Escritura
Clama que hay para la humana criatura
Tiempo de reír y tiempo de llorar;
Como hay un sol en el ocaso y otro en la aurora.
Tú, sangre de Efraín y de Issacar,
Pues como ya reíste, llora”.(ASSIS, 1994, p.122)

Además de este poema, Antônio José aparece citado cinco veces más en la Obra completa de Machado de Assis, publicada por la Editora Nova Aguiar en 1994. Los comentarios varían desde un estudio completo y exhaustivo de su dramaturgia, como es el caso de Páginas críticas y conmemorativas, anexadas al final del libro de cuentos Reliquias de casa vieja hasta pequeñas referencias, como las de la crónica 48 perteneciente a la obra Balas de Estalo. (ASSIS, 1994, p.455)
En el primer ejemplo, Machado de Assis llama la atención hacia el hecho de que la vida trágica de Antônio José no es suficiente para que leamos con simpatía las obras de este autor. Las comedias de Antônio José son buenas por ellas mismas, sin necesidad de apelar a su biografía, o, como explica el propio Machado:

La piedad no es de cierto razón determinativa en puntos de crítica, y tal poetastro habrá que sucumbiendo a una gran injusticia social, solamente inspire compasión sin desafiar al análisis. No es el caso de Antônio José; este merecería por sí solo que lo estudiáramos, aun al margen de las ocurrencias trágicas que rodean al nombre.(ASSIS, 1994,p.726)

Es interesante destacar, además, que Machado realiza un análisis que apunta a los posibles diálogos intertextuales mantenidos por El Judío con escritores canónicos, que van desde Cervantes a Camões. Machado indica “las fuentes inspiradoras” en que el escritor de Guerras de Alecrin bebió para crear su arte. Al comentar la pieza Anfitrión o Júpiter y Almena, por ejemplo, Machado llama la atención hacia los siguientes aspectos:

Veamos ahora lo que el Judío imitó de forma diferente de Molière. En la comedia de aquel carácter o de Cornucopia, la mujer de Saramago, que no tiene equivalente en la de Plauto, ni en la de Camões, y solo en la de Mollière existe (…) Ahora bien, la situación y el carácter de Cléanthis los transportó el Judío para su Anfitrión, y no puede decirse que es encuentro fortuito, sino propósito deliberado. Basta cotejarlos con el espíritu advertido; la diferencia es de tono, de estilo; sustancialmente la invención es la misma; las propias ideas se reproducen a veces en la obra del Judío. Así, en la escena en que Mercúrio transformado en Saramago (Sócias) encuentra a la mujer de este, encontramos el trazo común de los dos poetas. (ASSIS, 1994, p.729)

Machado continúa ese estudio crítico cotejando otras piezas de Antônio José y sus posibles antecesores. Analiza, además, Guerras de Alecrin, La vida del gran Don Quijote y del gordo Sancho Panza y concluye su análisis con la siguiente observación, que bien puede resumir casi toda la carrera teatral de Antônio José:

Esta es la última conclusión que rigurosamente se puede sacar del poeta. Él no imitó, no llegó a imitar a Molière, aunque repitiese las transcripciones que hizo en el Anfitrión; tenía originalidad, a pesar de las óperas italianas. Convengamos en que era un ingenio en disciplina y en gusto, mas característico y personal. (ASSIS, 1994, p.733)

De esta forma nos preguntamos, ¿hasta qué punto el Brujo de Cosme Viejo no alimentó parte de su alquimia ficcional deglutiendo elementos de la dramaturgia del Judío? Es bien probable que el teatro de Antônio José haya ofrecido algunos hilos, hilachas de líneas, entre las innúmeras fuentes que componen el tejido de la poética machadiana. Esas sospechas nuestras se tornan todavía mayores cuando es del propio Machado la siguiente observación: “Nuestro Domingos de Magalhães fue diplomático y poeta. No conozco sus notas, pero leí sus versos y me regalé como un niño con Antônio José”.(ASSIS, 1994, p.668).
En lo que atañe a otras referencias al escritor de Guerras de Alecrín, ellas aparecen dos veces más en otras crónicas. Esas referencias son como si fueran citadas de memoria, lo que comprueba, una vez más, el aprecio y el gran conocimiento de la obra del Judío que Machado siempre hizo gala de mostrar:

Pero al día siguiente, que el Diablo también dijo que era de él, veréis a mi pobre Calixto arrimado a alguna puerta o esquina. A la espera de algún suceso que pase, desconsolado como en la ópera de Antônio José: Tan alegres que fuimos, tan tristes que vinimos. (ASSIS, 1994, p.455).

O además, esta cita que se encuentra en las Crónicas Buenos Días: “Al no poder estar abiertas las tiendas de guirnaldas, fue mucho mejor cerrarlas. ‘Es así que a mí me gustan los médicos especulativos’ decía un personaje de Antônio José”.(ASSIS, 1994, p.505).
Así, las pisadas de Antônio José van marcando los textos de Machado de Assis. Aquí y allí se escuchan los ecos del Judío entrelazándose con las voces machadianas.
Rotulado como poeta menor, raramente la poesía del creador de Don Casmurro es estudiada. Lo que es una pena, ya que ella puede revelar otras facetas de Machado, además que, como muy bien apunta Paul Zumthor: “la voz poética es, al mismo tiempo, profecía y memoria (…) proyecta la aventura y eterniza el conocimiento”. (ZUMTHUR, 1993, p. 139).Pero la poesía de Machado todavía está relegada al olvido y al silencio. En verdad, todavía son pocos, muy pocos los estudios sobre la poesía, la crítica y las crónicas machadianas. Sabemos que la mayor concentración de los trabajos se centra en los cuentos y en las novelas. Ahora, momentos sorprendentes e innovadores pueden estar también, justamente, en esa parte de su ficción que es tenida como mediocre.
Estas reflexiones en torno del creador de La mosca azul son una forma de llamar la atención no solo hacia los fragmentos de la ficción de este autor que son desconsiderados por la crítica en general. Es también espacio para recordar las temáticas tratadas por Machado que desconocen muchos lectores y críticos. Una de ellas es, exactamente, el tema del judaísmo. La profesora Anita Novinsky es, probablemente, una de las primeras estudiosas en interesarse por esta cuestión. En su libro, La mirada judaica en Machado de Assis Novinsky analiza el poema “La Cristiana Nueva”, llamando la atención hacia el hecho de que la temática de la Inquisición y del pueblo hebreo siempre interesó al autor de Isaías y Jacob. Lector apasionado de la Biblia, principalmente del Antiguo Testamento y del Eclesiastés, Machado dejó, en prosa y en verso, trabajos que reflejan esas lecturas. Entre ellos tenemos: Vivir, El Diluvio, Antônio José, Cristiana Nueva, Espinosa, Ashaverus, etc.
En una de esas descripciones ficcionales, Machado rinde homenaje y demuestra su preocupación por las innúmeras persecuciones sufridas por el pueblo judío. Homenajes y denuncias se dan la mano en los textos del autor de Come Viejo. Es por eso que siempre leemos con alguna emoción el poema en memoria del pensador espinosa. Filósofo “marcado por el conflicto de sus orígenes”, como muy bien elucidó Marilena Chauí, Espinosa fue excomulgado en las iglesias por ser judío y hostilizado en las sinagogas por ser ateo. Perseguido e injuriado, vivió aislado algunos momentos de su vida, puliendo lentes para no morir de hambre, pero siempre meditando y escribiendo incansablemente contra las injusticias humanas. Machado, con seguridad, absorbió esta herencia intelectual dejada por el creador de la Ética: un pensador siempre dispuesto a rechazar toda y cualquier forma de superstición, sea ella religiosa, política o filosófica. Dejo el poema registrado aquí para que los lectores saquen sus propias conclusiones:

Espinosa

“Me gusta verte grave y solitario,
Bajo el humo de escuálida candela,
En las manos la herramienta del obrero,
Y en la cabeza la coruscante idea.

Y mientras el pensamiento delinea
Una filosofía, el pan diario
En tu mano busca el trabajo
Y hallas en la independencia tu salario.

Suenen acá afuera agitaciones y luchas,
Silbe el viento áspero del invierno,
Tú trabajas, tú piensas, y ejecutas

Sobrio, tranquilo, desvelado y tierno
La ley común, y mueres, y trasmutas
El sudado trabajo del premio eterno”. (ASSIS, 1994,p.163)

Para Anita Novinsky, Machado, al contrario de lo que muchos piensan, presenta intensa sensibilidad política por los acontecimientos sociales de su tiempo, ya que:

(…) la generación de Machado, o las próximas a él, tenían tal vez más conciencia de los efectos de la Inquisición que nosotros, brasileños del siglo XX. No hay dudas de que Machado de Assis sentía la cuestión judaica y miraba con profunda simpatía para el curso de los judíos a través de la historia. ( NOVINSKY, 1990,p.7)

Es interesante también recordar a Arnaldo Niskier, quien apunta el hecho de que Machado, al escribir poemas en homenaje a los cristianos nuevos oprimidos, probablemente se estaría dejando influenciar “por su condición de mulato, solidario con el dolor de la persecución de los judíos”. ( NISKIER, 1990, p.2)
Ahora, esa inmensa simpatía de Machado por los judíos está más que confirmada en lo varios rescates que realiza de la vida y la obra de Antônio José da Silva. De esta forma, es probable que la imagen del Judío represente, en la obra de Machado, la metáfora del oprimido, del marginal. Del que es objeto de las injusticias, y que él mismo llama vidas humanas marcadas por el carácter de la tragedia.


Bibliografia

ASSIS, Machado de. Obra completa. Afrânio Coutinho. (org). Rio de Janeiro: Nova Aguilar, 1994.
CALVINO, Ítalo. Por que ler os clássicos. São Paulo: Companhia das Letras, 1998.
DINES, Alberto. Vínculos do fogo. São Paulo: Companhia das Letras, 1992.
NISKIER, Arnaldo. “Machado, Anita e os judeus”. In: O olhar judaico em Machado de Assis. Rio de Janeiro: Expressão e Cultura, 1990, p. 2.
NOVINSKY, Anita. O olhar judaico em Machado de Assis. Rio de Janeiro: Expressão e Cultura, 1990.
PEREIRA, Kenia Maria de Almeida. A poética da resistência em Bento Teixeira e Antônio José da Silva, o Judeo, São Paulo: Annablume, 1998.
TAVARES, José Pereira (org.) Obras completas de Antônio José da Silva, o Judeu. Lisboa: Sá da Costa, 1957.
ZUMTHOR, Paul. A letra e a voz. São Paulo: Companhia das Letras, 1993.

jueves, 19 de junio de 2008

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